COSAS QUE UNO A VECES GUARDA EN EL CLÓSET
Posted by luis | Posted in | Posted on 10:22:00 p. m.
0
Los zapatos. He usado el mismo par por al menos 19 años. Son
unos zapatos de terno sin marca pero resistentes, según se ve. Me los regaló mi
abuelo por mi baile de promoción. Son zapatos para conseguir novia, dijo. Por mucho
tiempo no quise remplazarlos. Lo ridículo del modelo, comparado con los de hoy
en día, los hacía un poco especiales para mí. Mi abuelo murió hace tiempo. No conoció
a ninguna novia mía. Ninguna novia oficial quiero decir.
El sábado pasado se casó Merlyn, a quien conozco desde hace
años. Mientras llevaba a la tintorería el terno, pensaba qué pasaría si
cambiaba los únicos zapatos para terno que siempre he tenido, por unos, digamos, algo más modernitos. La zapatería
de mi abuelo no existe más. En otra tienda no tenían mi número en el modelo que
me gustaba. Compré unos zapatos de esos
que brillan. El resultado fue predecible, mis zapatos no ayudaron a impresionar
a nadie.
Los recortes. Soy de Alianza, lo digo dándome siempre dos o
tres golpes en el pecho. En 1997, cuando el (mi) equipo ganó el campeonato después
de 18 años, yo estaba en Trujillo, lejos de mis amigos y mi familia. Había decidido
huir de mi mala suerte y me fui de Cajamarca. En resumen estaba solo y arrastrando
a duras penas la nostalgia que eso
representa. Fui a ver el partido en una cebichería. Caminaba de regreso a casa
cuando lo vi.
Era un tipo parado en una esquina. Lo suficientemente ebrio
para que alguien le robe, lo viole, lo mate, lo reviva y lo mate otra vez, sin
que se dé cuenta. Vestía una camiseta de Alianza Lima y cantaba con corazón,
eso creo, las barras del equipo. Estaba en la esquina de mi casa. No lo pensé
dos veces, me acerqué y lo abracé, cantamos, lloramos, gritamos cuanto pudimos.
Nos reconocimos porque los dos estábamos solos y porque no teníamos a nadie. Éramos
exiliados.
Pero hablábamos de los recortes. Ese año, por alguna razón
que desconozco, después de la fecha, osea los lunes, compré todos los
ejemplares de un diario deportivo que hablaban del partido de Alianza. Los que
perdimos, los que ganamos, los que empatamos. Releo las crónicas y me emociono,
a veces me pregunto qué sera de ese borrachín anónimo que me ayudo a retirar un
poco de pena y nostalgia, de mi, en ese entonces, apesumbrado corazón.
Las cartas. Por dos años, la chica que más me quiso me
enviaba una carta semanal desde Lima. Me acostumbré a guardarlas en una caja de
zapatos. Luego la vida y mis malas elecciones nos separaron del todo. De vez en
cuando, y siempre que me emborracho, las reviso. Paseo mentalmente por los
lugares a donde fuimos y sonrío ante tanto cariño. Hace poco, o mucho, no
recuerdo volví a saber de ella. Me envió un e-mail pidiéndome que salga de su
vida.
El reloj. Hace tres navidades, le regalé un reloj a mi
viejo. Le gustó. Lo sé porque a todos se lo enseñaba. Sin embargo, nunca se lo
puso. Era un tipo ahorrativo que prefería quedarse con el reloj que ya tenía.
Cuando haya una fiesta importante me lo pongo, dijo. Es que es un reloj para
lucirlo ante todos. Este reloj que tengo, es viejito pero todavía anda,
argumentaba cuando le pregunté por qué no se ponía el reloj que le regalé.
No hubo más fiestas importantes para él. El cáncer se lo llevó
de la manera más injusta y rastrera. Cuando mi viejo todavía estaba en la
clínica, alcancé a ver el reloj, su reloj, viejo. Luego del velorio le pregunté
a mi mamá que había sido del reloj. El que le regalaste está en su caja, si
quieres úsalo, respondió. Te hablo del reloj viejo, del que usaba, le dije,
quiero saber si lo puedo llevar. Desde ese día lo mantengo funcionando.
Por qué no botas toda la basura que tienes en tu clóset,
dice mi vieja. Grabadoras viejas, vinilos, recortes de periódico, maletines que
no contienen nada, cajetillas de cigarro vacías. Lo acumulo casi todo. son cosas
que para mí tienen historia y no tengo corazón para arrojarlas. No sé para
quién quedarán mis libros, o mis comics o mis discos o mis revistas. Quizá algún
día alguien los rescate de un clóset anónimo y de repente se atreva a conocer
mi historia.