SUPLENTES
Posted by luis | Posted in | Posted on 10:25:00 a. m.

No nos costó reconocerlo. El hombre de los mil problemas, caminaba hacia nosotros. Experimentando el delicioso dolor de regresar solo a casa. Noel y yo lo vimos después de tiempo, estábamos tomando una caja de cervezas en medio de la calle. Ya no había nadie en la fiesta, como siempre éramos los impresentables que se quedan hasta terminar la última botella, lo llamamos para que nos ayude.
Lo admirábamos por su manera de escribir, tenía una columna en el diario Panorama, que luego fue clausurada, El sabor de regresar solo a casa, eres un maestro, trataba de animarlo Noel, más eufórico que yo. La frase no es mía, es de una película, Vanilla Sky, respondió. Necesitas nuevos amigos, me dijo. Este, señaló a Noel, no sabe nada ni de cine ni de libros ni de nada, va a acabar con tu gusto por la literatura...
No reaccionó por que estaba demasiado borracho. Así es Noel, el alcohol puede convertir su lengua en un saco de cemento mezclado con saliva. A ver pues, entonces sorpréndeme con una frase tuya, dijo ya después de un rato, quiero aprender del tipo que mejor escribe en Cajamarca, gritó. Parecía que todo terminaba en bronca, el hombre de los mil problemas encendió su cigarrillo y largó la frase que hasta ahora nos persigue.
No escribo bien, tan solo soy un suplente de la literatura, soy un suplente de la vida. Y la verdad no me da ganas de ser titular. Apuró el vaso lleno de cerveza y después de botar la espuma, a su estilo, como nos decía, haciendo semicírculo con el vaso, se despidió, Gracias por el vaso. No nos quedaron ánimos para seguir molestándolo, lo vimos alejarse con las manos en los bolsillos.
Eran las diez y media. Me largo, dije, no llego a mi casa desde la tarde. Que tragedia, seguramente tu vieja va a sacar perros de búsqueda para saber dónde estás, ríel. No digo nada, por que es mi único amigo, y siempre ha sido así, irónico y seudo estúpido cuando toma. Debería estar borracho siempre, cuando estoy borracho pareciera que soy alguien, que me toman en cuenta.
Cuando los lunes sueño que me enamoro, y los otros días sueño que lo que soñé el lunes es verdad, creo que también me convierto en un suplente de la vida. Ahora está hablando solo, es su manera de hacer las pases. No le contesto, espero que termine el vaso de cerveza, me quiero ir. Y eso sin contar que me enamoro en cada fiesta que voy, y cada vez que me enamoro así, me duele. Te toca.
¿Me toca? Cuando me siento vulnerable ante mis propias consecuencias, cuando juro no meterme en líos y olvido mis juramentos, cuando me siento solo, creo que reservo mi lugar en el banco de suplentes, digo. Ya no quiero jugar. Una tu y una yo, punto. Para qué desenterrar nuestros lados oscuros, si siempre hemos caminado por la vida con ellos sobre los hombros. Sigue tú si quieres.
Cuando no sé que hacer, cuando no hay quien me tome en serio, cuando me siento sobrando en este mundo, creo que soy un suplente, dice. No respondo, se ha acabado la botella. Regresan a casa dos suplentes, que calientan el banco con la camiseta puesta, como dice una canción sonsa. Regresan a casa. Un Lucky en los labios, pensando en cuándo cobrarle a la vida, esos diez minutos que les debe para saltar a la cancha y jugar su mejor partido.
Lo admirábamos por su manera de escribir, tenía una columna en el diario Panorama, que luego fue clausurada, El sabor de regresar solo a casa, eres un maestro, trataba de animarlo Noel, más eufórico que yo. La frase no es mía, es de una película, Vanilla Sky, respondió. Necesitas nuevos amigos, me dijo. Este, señaló a Noel, no sabe nada ni de cine ni de libros ni de nada, va a acabar con tu gusto por la literatura...
No reaccionó por que estaba demasiado borracho. Así es Noel, el alcohol puede convertir su lengua en un saco de cemento mezclado con saliva. A ver pues, entonces sorpréndeme con una frase tuya, dijo ya después de un rato, quiero aprender del tipo que mejor escribe en Cajamarca, gritó. Parecía que todo terminaba en bronca, el hombre de los mil problemas encendió su cigarrillo y largó la frase que hasta ahora nos persigue.
No escribo bien, tan solo soy un suplente de la literatura, soy un suplente de la vida. Y la verdad no me da ganas de ser titular. Apuró el vaso lleno de cerveza y después de botar la espuma, a su estilo, como nos decía, haciendo semicírculo con el vaso, se despidió, Gracias por el vaso. No nos quedaron ánimos para seguir molestándolo, lo vimos alejarse con las manos en los bolsillos.
Eran las diez y media. Me largo, dije, no llego a mi casa desde la tarde. Que tragedia, seguramente tu vieja va a sacar perros de búsqueda para saber dónde estás, ríel. No digo nada, por que es mi único amigo, y siempre ha sido así, irónico y seudo estúpido cuando toma. Debería estar borracho siempre, cuando estoy borracho pareciera que soy alguien, que me toman en cuenta.
Cuando los lunes sueño que me enamoro, y los otros días sueño que lo que soñé el lunes es verdad, creo que también me convierto en un suplente de la vida. Ahora está hablando solo, es su manera de hacer las pases. No le contesto, espero que termine el vaso de cerveza, me quiero ir. Y eso sin contar que me enamoro en cada fiesta que voy, y cada vez que me enamoro así, me duele. Te toca.
¿Me toca? Cuando me siento vulnerable ante mis propias consecuencias, cuando juro no meterme en líos y olvido mis juramentos, cuando me siento solo, creo que reservo mi lugar en el banco de suplentes, digo. Ya no quiero jugar. Una tu y una yo, punto. Para qué desenterrar nuestros lados oscuros, si siempre hemos caminado por la vida con ellos sobre los hombros. Sigue tú si quieres.
Cuando no sé que hacer, cuando no hay quien me tome en serio, cuando me siento sobrando en este mundo, creo que soy un suplente, dice. No respondo, se ha acabado la botella. Regresan a casa dos suplentes, que calientan el banco con la camiseta puesta, como dice una canción sonsa. Regresan a casa. Un Lucky en los labios, pensando en cuándo cobrarle a la vida, esos diez minutos que les debe para saltar a la cancha y jugar su mejor partido.
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