Rebobinar por favor

Posted by luis | Posted in | Posted on 8:58:00 a. m.


Mayo de 1989. Verbena del colegio Cristo Rey. Ese día aprendí a fumar. Estaba con mi compadre Rolando Carpio y una de esas chicas que siempre se le pegaba. A ti te conozco, me dijo. Tu estás en el Club Juvenil. ¿te gusta Vanessa, no? N-nno, dije. Qué cara habré puesto. Ella no pudo contener la risa. A los pocos segundos todo su salón me rodeaba para hacerme la misma pregunta y acompañar mi patética respuesta con la más sonora de las carcajadas...



Rebobinar por favor: ¿Te gusta la Vanessa? No sé, pregúntale a ella si le gusto yo y luego hablamos. Esa era la respuesta maldita sea. Después de 17 años se me ocurre que debí decir. Quién me manda enamorarme de la barbie de moda. Me hubiera evitado el fusilamiento social, y pasar ese ridículo que no merecía. Hasta ahora me pesiguen las risas furiosas y burlonas de un infierno que aguanté como pude.

Enero de 1985. Los Tigres estaban “probando gente” para el equipo de “fulbito” del barrio. Yo no jugaba bien, pero igual me inscribí. Tenía que marcar al Titi Sáenz, el equivalente a Maradona de mi infancia Hice lo que pude, pero el Titi hizo cinco goles. Pasó por mi lado cuantas veces quizo, me “dibujó”, me “pintó” y me retiró de la canchita de tierra que había cerca de mi casa. Mi “equipo” nunca más me llamó para “entrenar”.

Rebobinar por favor: Siempre recibía la pelota y hacia una finta para adentro, pero en realidad jugaba para afuera. Marcarlo era facil, maldición, era cuestión de esperar. Pero ¿quién puede concentrarse si el entrenador grita a cada rato: Vamos, ese defensa, despierta pues? Era cuestión de tranquilizarse, o trabajarlo a la boquilla, o patearlo por atrás. Malditos todos aquellos que sueñan o pretender ser defensas leales y juegan limpio.

La primera borrachera que me puse, fue al lado de otro de mis compadres, el increíble Ricardo Coronado. Tenía que comprar una Ocopa marca Knor, para que mi hermana Karina almorzara. Me encontré con Ricardo, que me propuso acompañarlo a cobrar una antígua deuda donde un compañero de clase. Nunca imaginé que mi día iba a terminar en la cama de un hospital.

Rebobinar por favor: Debí salir cinco minutos más tarde de mi casa. Ricardo hubiera pasado sin encontrarme, no hubieramos ido donde el popular Isnardo, no hubieramos tomado casi una damajuana de cañano (¡cañazo!) entre tres, no hubiera perdido la razon, no hubiera terminado en la plaza de armas vomitando mi bilis, no hubiera pasado la peor verguenza de mi vida.

Año dos mil dos. Conozco a mi nuevo primo, Sergio. Te quedas a almorzar, pregunta el abuelo, No puedo, respondo, me espera mi vieja. De noche lo veo en su puerta, paso a la carrera, mañana vengo a verte, le digo. La mañana siguiente compro un libro de Saramago y paso por su tienda. Está cerrado. Mi vieja llama a la casa, Ven a casa de tu abuelo, algo muy malo ha pasado. Llego a la casa que está sumergida en un mar de lágrimas. Mi abuelo ha muerto. Infarto, dicen.

Rebobinar por favor: ¿Te quedas a almorzar? Claro, déjame llamar a mi casa y avisar. Siempre hacía eso. Hubiera entrado a saludarlo, contarle que me iba bien en las prácticas, que mi operación al oído salió bien, que no me podía quedar a dormir como mi primo por que tenía que ir a ver a una chica que ahora me ya no me habla. Le hubiera contado, lo hubiera escuchado, me hubiera reído con él. Se habría despedido. Me habría despedido. No lo hice, y me odio con todas las fuerzas de mi corazón, por no haberlo hecho.

Comments (1)

bacan