Algún día tenía que ser
Posted by luis | Posted in | Posted on 6:28:00 p. m.
Noel y Gisella eran amigos, o al menos eso parecía. Eran de esos amigos que no necesitaron presentarse, de los que se encuentran caminando por la vida como si se hubieran encontrado caminando por veredas paralelas. Soy Noel, Soy Gisella, mucho gusto, y el destino empieza a jugar con sus vidas, sin permiso.
No tardarán en decirse el uno al otro, Eres lo mejor que me ha pasado, gracias por entrar en mi vida, y otras cosas que se dicen sin pensar demasiado Así como se juntaron, marcarán con una “X” los obligados viernes para ir al bar bohemio. Y nos dieron la diez y las once, canta un trovador a media luz y a ellos les dan las tres de la mañana, conversando, tomados de las mano...
El destino no tira los dados solamente una sola vez. Ella tiene que viajar lejos. En el bar de siempre siguen dando las diez y las once, y la vida gira como una piedra redonda. Él viviendo la eterna adolescencia, ella ganando una beca (¿otra?) y terminando un estúdio de maestría fuera del país. Hora de regresar a casa. Él y su ramo enorme de rosas amarillas, esperando el Hola, ¿vamos a caminar? que nunca llega. Ella bajando del avión como deseando no estar ahí.
Te presento a Mitch, mi novio gringo, sonríe. La invita al Casaluna por que va a estar buena la música y si quieres lleva a tu enamorado, total no se va a despegar, llévalo para mostrarle la mesa donde nos sentábamos, ¿Nos vemos a las diez donde siempre? Ella dice sí con ganas de decir no, Vamos pero un rato nomás, es que él tiene que descansar para ir a lo del turismo mañana. Nos contramos ahí.
Nunca llegó, y tampoco fue el Domingo pasado a la cancha a ver al UTC. Que pasó con la Gigi que conocí, pregunta. Y ella le pide que no la llame Gigi, que no le gusta, y que lo único que ha pasado es el tiempo, que obviamente nada es igual, que está tratando de ubicarse, que no te preocupes flaco, el Viernes vamos a concierto de Serranía y te pago la jarra de cerveza que te debo.
Y el Vienes hay diez mil llamadas perdidas y ella dice que no ha constestado por que estaba hablando con Mitch, que ya viajó, que de pronto no quiso ir a ningún concierto que ya no está para eso y date cuenta, por favor, que no soy la misma, que e algún día tenemos que madurar niño, tienes algo más de treinta años, deberías poner al menos un pie en la tierra.
Hay frases que nunca se olvidan, ya debería saberlo. Quizá una buena ducha ayude a descubir que los viernes siempre han sido su día de mala suerte. Quiza haya que buscar como dicen Sabina y Fuguet (juntos pero no revueltos) un bar (¿Casaluna puede ser?) en donde se pueda tomar una copa a la salud del pasado y hablar de él como si fuera un familiar lejano del cual nadie quiere acordarse. La mente está hecha para olvidar, dicen
No tardarán en decirse el uno al otro, Eres lo mejor que me ha pasado, gracias por entrar en mi vida, y otras cosas que se dicen sin pensar demasiado Así como se juntaron, marcarán con una “X” los obligados viernes para ir al bar bohemio. Y nos dieron la diez y las once, canta un trovador a media luz y a ellos les dan las tres de la mañana, conversando, tomados de las mano...
El destino no tira los dados solamente una sola vez. Ella tiene que viajar lejos. En el bar de siempre siguen dando las diez y las once, y la vida gira como una piedra redonda. Él viviendo la eterna adolescencia, ella ganando una beca (¿otra?) y terminando un estúdio de maestría fuera del país. Hora de regresar a casa. Él y su ramo enorme de rosas amarillas, esperando el Hola, ¿vamos a caminar? que nunca llega. Ella bajando del avión como deseando no estar ahí.
Te presento a Mitch, mi novio gringo, sonríe. La invita al Casaluna por que va a estar buena la música y si quieres lleva a tu enamorado, total no se va a despegar, llévalo para mostrarle la mesa donde nos sentábamos, ¿Nos vemos a las diez donde siempre? Ella dice sí con ganas de decir no, Vamos pero un rato nomás, es que él tiene que descansar para ir a lo del turismo mañana. Nos contramos ahí.
Nunca llegó, y tampoco fue el Domingo pasado a la cancha a ver al UTC. Que pasó con la Gigi que conocí, pregunta. Y ella le pide que no la llame Gigi, que no le gusta, y que lo único que ha pasado es el tiempo, que obviamente nada es igual, que está tratando de ubicarse, que no te preocupes flaco, el Viernes vamos a concierto de Serranía y te pago la jarra de cerveza que te debo.
Y el Vienes hay diez mil llamadas perdidas y ella dice que no ha constestado por que estaba hablando con Mitch, que ya viajó, que de pronto no quiso ir a ningún concierto que ya no está para eso y date cuenta, por favor, que no soy la misma, que e algún día tenemos que madurar niño, tienes algo más de treinta años, deberías poner al menos un pie en la tierra.
Hay frases que nunca se olvidan, ya debería saberlo. Quizá una buena ducha ayude a descubir que los viernes siempre han sido su día de mala suerte. Quiza haya que buscar como dicen Sabina y Fuguet (juntos pero no revueltos) un bar (¿Casaluna puede ser?) en donde se pueda tomar una copa a la salud del pasado y hablar de él como si fuera un familiar lejano del cual nadie quiere acordarse. La mente está hecha para olvidar, dicen
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