1NMORtales

Posted by luis | Posted in | Posted on 11:12:00 p. m.


la escribí pensando, dada mi dificultad para relacionarme con el otro sexo y tener amigas de buena onda, en Verónica Bringas... mi primera mejor amiga. Ya el tiempo se encargó de separarnos, y de borrar huellas y eso.

A las seis de la mañana toda la ciudad está convertida en agua. Hay que caminar sobre la garúa de la noche anterior, A mí quien me manda a meterme en el turno de la mañana, decía siempre que iba a esperar el micro para llegar temprano a la academia. Siempre esperaba llegar rápido. No es que le gustara estudiar. Lo que busca es encontrarse con alguien para repetir la pregunta que viene haciendo desde siempre, Me ha mandado carta tu hermana...



Lo de las cartas empezó como empieza todo lo bueno en la vida: rápido y sin explicaciones. Un día sin más ni mas, se le acercó una compañera y dijo, Mi hermana te manda esto, A mi, Sí a ti, a quién más. Era una hoja de cuaderno donde le contaba todo lo que iba a pasar durante el día y lo que pasó durante el día anterior. Ni más ni menos, veinticinco líneas y punto.
La conoció en una noche cualquiera de fiesta, y conversaron, y se dieron cuenta que tenían mucho en común (Janis Joplin, José Saramago y la hermana de ella era compañera suya en la “Pre”). La noche se hizo día y se llevó consigo a la fiesta. Él se llevó consigo un teléfono apuntado en la palma de su mano. No la llamó, demasiado tímido y muy pequeña, dijo. Ojala llame pensó ella.
Pero nunca llamó y por eso empezó lo de las cartas, pretexto para mejorar la letra y contar que el profesor de aritmética es un imbécil, Ya lo conocerás cuando termines secundaria, de seguro tus viejos te meten a esta academia. Escribe pronto, chau, terminaba la carta y a esperar al día siguiente en que las novedades colegiales invadirán sus ojos.
Nunca había cuidado un cajón de su mesa de noche tan celosamente. Que tienes ahí por que nunca lo abres, preguntaban los amigos, Nada, decía, pero recordaba la noche anterior cuando leía sin parar una tras otra, metiéndose en mil recuerdos antes de asegurarse de que, entre sus cosas, tenga un papel en blanco, cinta adhesiva y que contar para la mañana siguiente, cosas de la casa, de la academia, lo que sea.
Fueron inmortales a través de las cartas. Bastaba con abrir “la mochila secreta de ella” o el único cajón cerrado con llave de él para volver a encontrarse, para volver a reír, para estar siempre juntos, para ser inmortales, para quererse siempre. Las cosas terminaron como terminan las cosas buenas: rápido y sin explicaciones. El se mudó de casa y las cartas se perdieron.

Se volvieron a encontrar tiempo después y conversaron como si quisieran convertir al pasado en un familiar lejano del cual no se quiere hablar. No tuvo valor para recordarle lo de las cartas. Él habló del trabajo nuevo, ella se sus planes de matrimonio. Intercambiaron números telefónicos y promesas de llamada. Cuando se despidieron ella dejo en sus manos un papel amarillento. Era una carta ya vieja de tanto leerse, y donde apenas se podía ver la fecha del 2002. Estoy aburrido en la clase de aritmética el profesor es un imbécil, ya lo vas a conocer cuando… se podía leer apenas

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